En el complejo proceso de leer un testamento o recibir una herencia puede ser un proceso largo y complejo, en el que existen muchos conceptos legales que la mayoría de personas desconocen, como es el de herencia yacente.

La herencia yacente hace referencia al proceso que ocurre cuando una persona fallece y su patrimonio queda sin asignar y ninguno de los herederos legítimos reclama los bienes o derechos. Esta situación se da frecuentemente porque no existen herederos conocidos o identificables, siendo una herencia sin titular y que queda, durante un tiempo, sin repartir.

La fecha de caducidad de una herencia yacente

Esta situación no puede ser infinita en el tiempo, sino que hay un tiempo máximo para una herencia yacente. Aunque la ley no habla específicamente de este tipo de herencia asignándole un plazo, sí existe un tiempo límite tras el cual cualquier herencia prescribe, que es de 30 años.

Esto implica que, pasados 30 años del fallecimiento y si nadie ha reclamado este patrimonio, la herencia pasa a pertenecer al Estado. Una vez cumplida esta fecha no hay marcha atrás y no importa que aparezca un heredero que la reclame.

Normalmente, una herencia yacente ocurre cuando los herederos no saben de la existencia de este patrimonio, no existe testamento o bien no hay herederos en sí. También pueda darse en caso de que haya deudas y, por tanto, no se reclame.

En caso de que aparezca un heredero, este debe reclamar la apertura del testamento y efectuar una demanda por la que solicite la concesión del patrimonio correspondiente.

¿Qué ocurre si no aparece uno de los herederos?

Otra posibilidad es que haya varios herederos y uno de ellos no se localice. En este caso, el Código Civil señala un plazo de un año por el que se puede dar como desaparecida legalmente a una persona. Cualquier heredero puede denunciar este hecho; pasado un año, se dará como fallecida a esta persona y serán sus herederos —de haberlos— quieres puedan sustituirlo en su parte de la herencia.

También es posible que se declare en paradero desconocido, que no fallecido, pudiendo ser representando por algún familiar. De lo contrario, será la justicia quien decida quién puede representarlo para decidir si acepta o no la herencia y proceder al reparto.