Esta semana mis queridos políticos han creado una nueva ley para que puedas trabajar hasta los cien años si te da la gana y seguir contribuyendo a sus grandes despilfarros que nunca coinciden con la gente que de verdad lo necesita como en Paiporta y alrededores.
Esto tiene un punto muy positivo, somos libres de trabajar hasta que nos de la gana pero yo creo que voy a preferir ir a pescar y aprender a jugar al golf.
Llámame raro.
Eso sí, seguiré escribiendo aquí. Pero es no es trabajar. ¿O sí?
Y voy a seguir ayudando a algunas startups en las que he invertido, y seguiré cuidando las inversiones en criptomonedas aprendiendo cada día como un parvulito.
Y asesorando a inversores, y dando clase, y dando conferencias, y grabando podcasts, y escribiendo libros y haciendo sesiones personales de diagnóstico y orientación para que otros puedan retirarse antes y ser felices. Como yo.
Lo que creo que no voy a hacer es cotizar.
¿Insolidario?
Jajajajajajaja.
Lo que me voy a ahorrar en cotizaciones lo voy a enviar a causas que me apetezcan a mí, víctimas del terror de Venezuela, afectados por las Danas, jóvenes con ganas de emprender, familias con niños con problemas de salud… No necesito ONGs que manejen mis aportaciones.
Ellas ya cobran de los presupuestos del estado al que sirven complacientemente.
De mí ni un duro, digo euro.
Es lo que tenemos los mayores de 50, que cobrábamos veinte duros de paga semanal y se nos ha quedado a algunos.
Siempre nos han vendido la jubilación como un punto final. Ese gran momento en el que guardas las herramientas, te compras un reloj dorado y esperas a que Netflix te mantenga entretenido hasta el final de los tiempos.
¿Sabes qué?
Yo no estoy esperando a que nadie me dé permiso para jubilarme. Porque la verdad es esta: la jubilación no es un estado, es una actitud.
Jubilación versión 2.0
No se trata de dejar de trabajar; se trata de dejar de trabajar para otros. De soltar esa idea de que tu tiempo pertenece a alguien más.
Yo decidí que mi vida no puede depender de la agenda de un jefe ni de un contrato que me diga cuándo tengo derecho a vivir.
Me estoy jubilando ahora, a mi manera, y todavía me quedan proyectos por lanzar, ideas por crear y mucho por disfrutar.
El mito de “esperar al momento correcto”
¿Por qué esperar? ¿Qué sentido tiene guardarte los mejores años para un futuro que ni siquiera sabes si llegará?
Lo he visto demasiadas veces: gente que trabaja toda su vida soñando con una jubilación dorada y, cuando finalmente llega, no saben qué hacer con su tiempo.
Peor aún, muchos no llegan a disfrutarla porque se quedaron atrapados en el “un día lo haré”.
Spoiler: ese día no llega solo. Tienes que provocarlo.
Jubilarse no significa dejar de trabajar
Si piensas que estoy sentado en una hamaca todo el día, te equivocas.
Para mí, jubilarse significa elegir en qué quiero invertir mi tiempo. Hago lo que me gusta, cuando quiero, y lo mejor de todo: no estoy esperando a que nadie me diga si es lo correcto.
Hay algo liberador en saber que tu vida no depende de un sueldo fijo, ni de un esquema que alguien más inventó.
Sí, me tomó tiempo, fracasos y mucho aprendizaje llegar aquí, pero cada paso ha valido la pena.
¿Y tú? ¿Para cuándo?
No estoy diciendo que todo el mundo tenga que hacer lo mismo.
Pero sí creo que deberíamos cuestionar esa idea de que la vida empieza “después de”. Después del trabajo, después de los hijos, después de los 65… No.
La vida empieza cuando decides vivirla.
Así que, la próxima vez que pienses en la jubilación, no lo veas como un fin. Véelo como una oportunidad para tomar el control, para reinventarte, para construir algo que realmente te llene.
Porque al final, jubilarse no es retirarse. Es empezar a vivir con intención. Y para eso no necesitas permiso de nadie.
Un saludo,
El jubilado sin reloj dorado.
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