La ciencia ha descubierto un nuevo camino en la lucha contra la edad mediante el estudio de fragmentos de ADN conocidos como transposones. Este ADN se transporta de una ubicación a otra, de ahí su nombre «genes saltarines» de forma coloquial.
Los transposones de ADN plantean un problema: pueden afectar al funcionamiento de otros genes al cambiar de ubicación. De hecho, los científicos han relacionado las secuencias de «genes saltarines» con el cáncer.
Un estudio ha analizado cómo influyen los transposones en el envejecimiento. Estos tienden a activarse con el tiempo y empiezan a moverse, lo que desestabiliza el código genético de algunas células. El fenómeno tiene una consecuencia: la célula pierde funcionalidad y se acelera el envejecimiento.
Los investigadores han descubierto que algunas células pueden evitar el movimiento de los transposones, a las que se les ha denominado Piwi-piARN. Este experimento se ha realizado con gusanos de laboratorio y se ha apreciado un efecto positivo: la vida de los animales se extendía.
El estudio evidencia que, cuanto mayor es el número de los genes móviles silenciados, mayor es la esperanza de vida de los seres vivos, ha publicado Nature Communications.
Este descubrimiento abre un nuevo camino en el estudio de la longevidad, aunque los investigadores siguen trabajando en cómo mejorar la calidad de vida en las últimas etapas. Los responsables son optimistas, recoge Xataka.
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