Cada vez son más las personas de avanzada edad que encuentran un nuevo amor y lo viven de forma intensa, aunque diferente a como lo habían experimentado en la juventud.
Los amores otoñales cada vez son más habituales, y esto es de celebrarse. Los moldes del afecto vienen cambiando, como tantas otras cosas en el mundo; ya era hora de que así fuera. En esto influyen factores demográficos: cada vez es más alto el índice de esperanza de vida en la mayoría de los países y cada vez hay más personas mayores en el mundo.
Aunque siguen primando ideas que constituyen un imaginario relativamente negativo en torno a la vejez, lo cierto es que son muchas las personas mayores que son un ejemplo de cómo llegar a una edad avanzada no es sinónimo de decrepitud o estancamiento. Por eso, no es raro que más y más amores otoñales surjan cada día y nos muestren otra faceta de este hermoso sentimiento.
Los amores otoñales se pueden vivir de diversas maneras. A veces son tranquilos y estables, pero también pueden ser ardientes y exultantes. Nada tiene que ser de una forma predeterminada en el ser humano y mucho menos el amor y las relaciones de pareja.
“Cerca del 75 % de los hombres mayores de 60 años mantienen relaciones sexuales con periodicidad mensual y tanto hombres como mujeres mayores de 80 continúan con su interés por la sexualidad; un 20 % está activo”.
-Alfredo Bohórquez-
El cuerpo y el corazón no envejecen al tiempo
A estas alturas ya sabemos que el tema de la edad tiene mucho más que ver con convencionalismos que con cualquier otra variable fisiológica. Hay niños a quienes la vida envejece y viejos que exhalan juventud. Incluso esto ocurre en términos biológicos. Sin embargo, lo usual es que los años traigan consigo un deterioro en determinados planos.
Lo que no siempre ocurre es que ese pasar del tiempo tenga el mismo ritmo en términos de la anatomía y en el terreno de los afectos. Es posible que el cuerpo envejezca, pero al mismo tiempo el corazón y la mente sigan tan activos como en la adolescencia. Que haya muchos deseos de experimentar lo nuevo y de dar lugar a nuevos comienzos.
Algo así es lo que sucede en los amores otoñales. Después de haber vivido muchos años, y muchos amores y desamores, el corazón aún está listo para despertar a la ilusión. Hasta hace un tiempo era mal visto. Dos ancianos comiéndose a besos no eran una postal para mostrar. Tampoco se veía bien que una pareja de mayores se encerrara en una habitación a amarse. Hoy las cosas han cambiado.
Los amores otoñales y sus motivos
Son muchas las razones para que se despierten esos amores otoñales. A veces es un enamoramiento con todas sus letras, que incluye mariposas en el estómago y todos los síntomas habituales. Otras veces tiene que ver con la evocadora compañía que proporciona el otro y que se ajusta muy bien a los años dorados.
También se dan los casos en los que se busca una pareja simplemente porque no se quiere estar solo. A edades avanzadas, esto es más legítimo que nunca. Con muchos años encima es posible hacer pactos y alianzas de mutua asistencia, sin que eso signifique una tergiversación del amor. Se trata más bien de un afecto basado en la solidaridad que quizás no haga explotar grandes pasiones, pero sí conforta en las noches frías.
El asunto también tiene otra cara. Están las personas mayores que se niegan por completo a admitir el paso del tiempo por sus vidas. Quieren volver atrás y lo hacen por la vía de conseguir una pareja mucho más joven. ¿Puede funcionar? Todo depende, en particular, de la diferencia de edad. En cuestiones de pareja, los grandes contrastes entre uno y otro suelen ser problemáticos, pero esto no es una regla fija.
Amar después de amar
Aunque a algunas personas les resulta incómodo hablar de ello, lo cierto es que la sexualidad es un factor inherente al ser humano. Está presente en los bebés, en los niños, en los adultos y también en las personas mayores. Cambia en función de cada etapa de la vida, pero siempre opera, de una u otra manera.
La sexualidad en los amores otoñales suele ser diferente. El coito ya no es el principio y el fin de todo, sino un evento afortunado que se produce de vez en cuando. En cambio, cobra mucha más importancia todo el mundo de lo erótico y de lo erógeno. Una caricia adquiere más valor que cuando se era joven. Un abrazo puede ser un instante eterno.
Eso no quiere decir que no haya también sexo puro, sino que este suele ser menos frecuente y rara vez incluye “saltos de tigre” o malabares por el estilo. Lo que sí hay es más ternura. Más compenetración y valoración mutua. Los amores otoñales, de seguro, seguirán creciendo en número y no pasará mucho tiempo hasta que se transformen en tendencia.
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